CAMPO DE CONCENTRACIÓN DE LAVACOLLA
El antiguo aeropuerto de Santiago fue construido por presos de la Guerra Civil prisioneros del campo de concentración de Lavacolla.
El Franquismo creó 300 campos de concentración que funcionaron desde el golpe militar de 1936 hasta finales de los 60. Por ellos pasaron más de un millón de españoles que serían utilizados por el régimen como mano de obra esclava.
Repartidos por todo el país, la comunidad donde más hubo fue Andalucía. En Galicia existieron once: Cedeira, Ferrol, Betanzos, Muros, A Pobra, Rianxo, Padrón, Oia, San Simón, San Clodio, A Guarda y Lavacolla, este último fue el que contribuyó a crear el mayor aeropuerto gallego.
En 1801 Gregorio Ambrós levanta una pequeña fábrica de curtidos en Lavacolla, que llega a convertirse en una de las más importantes del entorno hasta que con la crisis del sector de 1910 se ve obligado a cerrar. Es adquirida entonces por Jacobo Varela de Limia, gobernador civil de Lugo durante la dictadura de Primo de Rivera, que la convierte en explotación ganadera y almacén de abonos y maquinaria agrícola.
Tras su abandono, las ruinas de la edificación son usadas como campo de concentración para albergar a unos dos mil presos políticos reconvertidos en miembros de un Batallón de Trabajadores.
Aunque el aeródromo original había sido inaugurado en 1935 y cerrado en 1939, no es hasta 1940 cuando comienzan los trabajos de ampliación que convertirán al de Lavacolla en un aeropuerto internacional.
Según el testimonio de los presos tenían que formar a las cinco de la mañana, donde les daban un cazo de café, y caminar cogidos de la mano tres kilómetros para llegar a la obra. Allí cavaban, picaban y cargaban tierra y piedra en varios vagones que trasladaban a distintos cerros para allanarlos. Cada trabajador debía llenar ocho o diez vagonetas de metro y medio. Se estima que movieron más de 40.000 toneladas para construir la plataforma sobre la que iría la nueva pista de aterrizaje.
Las condiciones de los prisioneros eran durísimas, con frecuentes vejaciones y castigos. Incluyendo el encierro de los presos en un hórreo cuya supervivencia dependía de los niños que pasaban por allí y les daban pan y espigas de maíz.
Menos conocido es el hecho de que los hombres de Santiago de Compostela estaban obligados a dedicar una jornada semanal a la obra del aeropuerto, podían sino pagar una compensación de 5 pesetas (unos 0,03€) para librarse de trabajar.
El Campo de Concentración cerró en 1945 pero los trabajos forzados se mantuvieron hasta 1950, año en el que se finalizó la pista que cumplía con los requisitos exigidos a un aeropuerto internacional. Aunque se inauguró en 1947, no sería considerado un aeropuerto comercial propiamente dicho hasta los 60.
Actualmente se conserva uno de los edificios originales del campo de concentración reconvertido en un hostal y restaurante. Este episodio afectó a la zona lo suficiente para que aún se recuerde alguna canción de los antiguos prisioneros del Campo de Concentración:
“Si quieres saber, Mercedes
dónde está mi paradero
Campo de concentración, fábrica de Lavacolla
donde ando prisionero.
Al entrar en Lavacolla
lo primero que se ve
es un pico y una pala,
y un porrón para beber”
En 2006 se inauguró en Lavacolla un monolito de piedra en memoria de aquellos presos. En 2020 el aeropuerto cambia oficialmente su nombre a Santiago-Rosalía de Castro.