FECHA Y FOUCELLAS
Una cueva próxima a la Central Eléctrica de San Xoán de Fecha sirvió de escondite para Benigno Andrade García “Foucellas”, uno de los guerrilleros más famoso de la resistencia antifranquista en Galicia.
Siguiendo el curso del río Tambre desde Ponte Albar por el margen izquierdo disfrutamos de una flora y orografía espectacular, incluyendo una pequeña cascada hasta llegar a donde está ubicada la Fábrica de la luz en Fecha, limitando con el ayuntamiento de Trazo.
En 1895 Miguel Bruzos, vecino de la zona solicitó el permiso para construir una pequeña central de generación de electricidad de ocho metros cúbicos. En 1991 pasó a ser propiedad de Fenosa y se fue ampliando hasta los 12.482.362 kilovatios hora en 2020, ya con Naturgy como propietaria.
Pero este hermoso enclave cobra también relevancia histórica por haber servido de escondite al célebre guerrillero antifranquista Benigno Andrade García (1908-1952), más conocido por “Foucellas”, apodo derivado de su aldea de origen “As Foucellas” en la parroquia de Cabrui, ayuntamiento de Mesía.
Foucellas, considerado héroe para algunos y bandolero para otros, acabó siendo detenido y condenado a muerte el 7 de agosto de 1952. Antes de este trágico final, Foucellas estuvo dieciséis años huyendo y escondiéndose en el monte, burlando la represión franquista y es aquí donde cobra protagonismo la minicentral de Fecha.
La historia contada por Carmen García, vecina de la zona e hija del encargado de la minicentral que se crió en la Fábrica de la luz recoge la existencia en el margen derecho del río, disimulada entre las rocas, de la Cueva de las Ovejas, también conocida como Cueva de Foucellas en referencia a Benigno Andrade García. Antes de servir como escondite para guerrilleros, ese monte donde está la cueva era un refugio para las ovejas, por eso los vecinos lo llamaban “Monte da Corte das Ovellas”.
El padre de Carmen, que casualmente también se apellidaba García, llevaba el control de la minicentral en aquella época. Así, cada vez que la Guardia Civil llegaba a la Fábrica de la luz buscando al guerrillero pues habían sido informados de su presencia en la zona, su padre les contestaba: “claro que hay un García por aquí, yo soy García”, ayudando así al guerrillero a mantenerse oculto. Además del padre de Carmen, también los vecinos, especialmente las mujeres de la zona, le proporcionaban comida y ayuda en todo lo que necesitase.
La particularidad de la cueva radica en que desde allí se divisaba la casa de tres plantas del encargado de la minicentral y, desde el balcón de la misma, también eran visibles las señales lumínicas que se intercambiaban con los guerrilleros que estaban en la cueva. Por eso, cuando la Guardia Civil se presentaba allí, bien sea preguntando por el guerrillero, o bien quedándose a dormir (en la época no había en la zona otra posada donde pasar la noche), el padre de Carmen encendía todas las luces de la casa, para que en la cueva supiesen cuál era la situación – “Allí la luz era barata”- nos comenta con ironía Carmen García a sus 93 años de sabiduría.
Agradecemos su colaboración narrándonos la historia y facilitándonos las fotos de 1961 de la minicentral que sigue en pie, y de la casa del encargado que en este momento ya no existe.
Prestade atención, señores, E todó xénero humano Qu’ eiqui se vai a espricar O testamento do galo. Fillo, neto e tartaneto De un ditosiño galo Que naceu n-o outeiriño Aló pol-o mes de mayo. Nacemos catorce hirmaus, ¡Catade qué formigueiro! Tan xuntos y-apertadiños Cal niño de un lagarteiro. Y a nai foinos arranxando Con amorío e regalo E dempois que fomos grandes Revirichamos o rabo. Todos se deron a femias Tan solo eu que salín macho, Tan malliño e ruiño Según verés no relato Eu, com’era moi alegre, Poñíame a gamotear E todos me escoitaban O meu modo de cantar. Déronme en tomar de teima, Déronseme en enfadar, Qu’o raposo me lovase Ou m’habían de matar. Déronme en botar pragas E pragas de tal maneira Que as que botaban o martes, Caíanme na cuarta feira |
CAMPO DE CONCENTRACIÓN DE LAVACOLLA
El antiguo aeropuerto de Santiago fue construido por presos de la Guerra Civil prisioneros del campo de concentración de Lavacolla.
El Franquismo creó 300 campos de concentración que funcionaron desde el golpe militar de 1936 hasta finales de los 60. Por ellos pasaron más de un millón de españoles que serían utilizados por el régimen como mano de obra esclava.
Repartidos por todo el país, la comunidad donde más hubo fue Andalucía. En Galicia existieron once: Cedeira, Ferrol, Betanzos, Muros, A Pobra, Rianxo, Padrón, Oia, San Simón, San Clodio, A Guarda y Lavacolla, este último fue el que contribuyó a crear el mayor aeropuerto gallego.
En 1801 Gregorio Ambrós levanta una pequeña fábrica de curtidos en Lavacolla, que llega a convertirse en una de las más importantes del entorno hasta que con la crisis del sector de 1910 se ve obligado a cerrar. Es adquirida entonces por Jacobo Varela de Limia, gobernador civil de Lugo durante la dictadura de Primo de Rivera, que la convierte en explotación ganadera y almacén de abonos y maquinaria agrícola.
Tras su abandono, las ruinas de la edificación son usadas como campo de concentración para albergar a unos dos mil presos políticos reconvertidos en miembros de un Batallón de Trabajadores.
Aunque el aeródromo original había sido inaugurado en 1935 y cerrado en 1939, no es hasta 1940 cuando comienzan los trabajos de ampliación que convertirán al de Lavacolla en un aeropuerto internacional.
Según el testimonio de los presos tenían que formar a las cinco de la mañana, donde les daban un cazo de café, y caminar cogidos de la mano tres kilómetros para llegar a la obra. Allí cavaban, picaban y cargaban tierra y piedra en varios vagones que trasladaban a distintos cerros para allanarlos. Cada trabajador debía llenar ocho o diez vagonetas de metro y medio. Se estima que movieron más de 40.000 toneladas para construir la plataforma sobre la que iría la nueva pista de aterrizaje.
Las condiciones de los prisioneros eran durísimas, con frecuentes vejaciones y castigos. Incluyendo el encierro de los presos en un hórreo cuya supervivencia dependía de los niños que pasaban por allí y les daban pan y espigas de maíz.
Menos conocido es el hecho de que los hombres de Santiago de Compostela estaban obligados a dedicar una jornada semanal a la obra del aeropuerto, podían sino pagar una compensación de 5 pesetas (unos 0,03€) para librarse de trabajar.
El Campo de Concentración cerró en 1945 pero los trabajos forzados se mantuvieron hasta 1950, año en el que se finalizó la pista que cumplía con los requisitos exigidos a un aeropuerto internacional. Aunque se inauguró en 1947, no sería considerado un aeropuerto comercial propiamente dicho hasta los 60.
Actualmente se conserva uno de los edificios originales del campo de concentración reconvertido en un hostal y restaurante. Este episodio afectó a la zona lo suficiente para que aún se recuerde alguna canción de los antiguos prisioneros del Campo de Concentración:
“Si quieres saber, Mercedes
dónde está mi paradero
Campo de concentración, fábrica de Lavacolla
donde ando prisionero.
Al entrar en Lavacolla
lo primero que se ve
es un pico y una pala,
y un porrón para beber”
En 2006 se inauguró en Lavacolla un monolito de piedra en memoria de aquellos presos. En 2020 el aeropuerto cambia oficialmente su nombre a Santiago-Rosalía de Castro.
GAITAS Y GAITEROS
N’a terra de Mondoñedo fan gaitas de buxo inda que tamén hay algunhas de esvedro, de teixo e de d’uliveira.
As palletas fanse de cana macho , qu’é a que ten os nós máis mestos.
Decía o gaiteiro Curuxeiras que a mellor é a que se cría entre val e serra.
Os millores folecos, asegún Pepe d’a Gaita -de Figueiras- son os de pel d’ovella ou de carneiro, curtidos con mexos de cristiano; ora que tamén se curten con formento, auga quente e sal; con cebola picada, manteiga crua y auga quente, e con formento, auga quente e sal.
Pra curtilas, unhos, d’adubadas as peles pol-o carnaz, téñenas dous días en esterco dás vacas ou dós bois; y-outros póñenas, d’adubadas, derriba ‘unha táboa, catro o máis días. Despois quítanlles a lá, que cai tan axiña lle botan a man; logo énchenas de palla ou ‘herba e cólganas pra que se sequen ben.
Tamén era gaiteiro entón, millor que Curuxeiras, inda que non tiña a sona d’el, Pepe d’a Gaita.
Pepe era múseco d’a de Fanoy e tocaba a gaita as máis dás veces acompañado d’o tambor; ora qu’algunhas acompañába-o tamén Lourenzo, d’a dita múseca, que mesmo facía falar o clarín.
Pepe d’a Gaita recorreu catro ou cinco provincias d’Arxentina, sin contar todá de Boos Aires, tocando a gaita; e d‘aló trougo diñeiro
LEYENDA DE PONTE ALBAR
Leandro Carré Alvarellos en sus Leyendas tradicionales gallegas, recoge la leyenda de Pero Albar que da nombre al sitio de Ponte Albar.
“Pero Albar era un poderoso señor feudal gallego que tenía su castillo en la cumbre del Monte Pica, al lado del río Támega y entre los lugares de Xavestre, Barros y Trazo, provincia de A Coruña.
Un día vio a Marcela, una hermosa joven rubia de su aldea hija de su vasallo Blas Pérez. Don Pero sintió tal atracción por la muchacha que intentó violentarla, pero ella consiguió zafarse y huir hasta su casa donde le contó a su padre lo sucedido.
Consciente del peligro, Blas se preparaba para huir cuando don Pero y sus hombres irrumpieron en la casa. A pesar de los vanos esfuerzos del padre por defenderla, Pero y sus hombres se llevaron a la fuerza a Marcela al castillo.
Ni Marcela, ni Blas volvieron a ser vistos por la aldea.
Tres meses después, una sombra se acercó hasta el castillo, era Blas. Estando al lado de la muralla le pareció escuchar una voz que decía: “tu hija ya no es de este mundo, murió después de que el señor cansado de ella, se la entregara a sus sirvientes”. Blas se quedó horrorizado y su único pensamiento fue el castigo de aquel crimen.
Llegó caminando a Toledo donde consiguió ser recibido por el rey Alfonso VIII, que al escuchar su historia le dio alojamiento en su palacio y prometió justicia.
Las fuerzas del rey de Castilla, reunidas con las del prelado, se encaminaron al burgo de Grixoa con intención de sitiar el castillo de don Pero Albar. Al no abrir las puertas del castillo al rey Alfonso VIII, éste ordenó avanzar a sus caballeros y ballesteros. Se desata una lucha encarnizada entre los hombres de don Pero y las tropas reales y del arzobispado, quienes consiguen tomar el castillo. Sin rastro del señor de Albar.
Es localizado en lo alto de un gran peñasco, en un inútil intento de huir monte a través, momento en que es apresado por escudero del rey lo y sujeto con una correa. Este valiente escudero era Blas Pérez, padre de Marcela.
La reunión del Consejo, presidida por el Rey determinó que don Pero Albar fuese condenado a la horca, sentencia que se cumplió con los primeros rayos de sol de la mañana. Además se rompieron todos los escudos de armas de Albar y se incendió el castillo para derribar la fortaleza. Las tropas del rey y las del arzobispo don Pedro Suárez de Deza retornaron a Compostela. Estas últimas fueron las encargadas de regresar días después para derribar los muros y cegar los fosos del castillo, cumpliendo la voluntad real.”
Para la historia queda la justicia del reinado de Alfonso VIII y el nombre de Puente Albar, que aún existe a día de hoy sobre el río Tambre.
LUZ ELÉCTRICA EN ARÍNS
No Monte de Godos en San Martiño de Aríns, entre a vexetación do regato, agóchanse os restos dunha pequena fábrica da luz que iluminaba a parroquia antes de que o fixese a iluminación pública municipal.
O ser humano desde as súas orixes, utilizou a súa creatividade para facer fronte á escuridade cando o sol apagaba a súa luz. Na prehistoria utilizábase a graxa para que servise de iluminación artificial nas covas. Estas técnicas foron evolucionando: fogueiras, fachos, farois, candís etc.
A principios do século XX chega a luz eléctrica a Santiago cidade, pero en moitas zonas rurais eminentemente agrarias de Santiago atrásase, coma na Parroquia de San Martiño de Aríns (1966). É aquí cando a alianza entre enxeño e recursos naturais promove iniciativas entre os veciños de tres aldeas da parroquia: A Pena, Sanxuás e Lobio que se uniron para aproveitar a auga do Regato de Aríns e a mediados do século XX construíron unha presa. O obxectivo foi a creación dunha pequena central hidroeléctrica de baixa potencia. Para iso levantaron un edificio de pedra que albergaba unha turbina que aproveitaba a forza motriz da auga que chegaba da presa para xerar enerxía eléctrica.
O traballo de coordinación e planificación era importante xa que todos os días (no verán) tiñan que abrir e pechar a comporta da presa e activar o motor.
Nun momento en que os recursos eran escasos, a presa, construída cuns 5 metros de profundidade, tamén se empregaba para que aprendesen a nadar os nenos, aos que se suxeitaba cunha corda pola cintura. Alí compartían baños cos adultos, que non os perdían de vista nas tardes calorosas de verán.
Non é esta a única produción eléctrica da época na parroquia, xa que grazas ao mesmo regato un pouco máis abaixo, está o muíño particular de Baluja, que abastecía de luz eléctrica a esta familia. Este proxecto levouse a cabo con anterioridade grazas á iniciativa dun emigrante retornado das Américas, que trouxo a idea e os recursos económicos para poñela en marcha na aldea de A Cacharela.
El duende de Aríns
La edición del 4 de febrero de 1964 de “El Correo Gallego” se agotó debido a un reportaje a doble página sobre los misterios sucedidos en la parroquia de San Martiño de Aríns.
Una casa de labriegos habitada por tres hermanos, un hombre y dos mujeres que durante los 8 días anteriores al artículo vivieron una serie de fenómenos curiosos y sorprendentes.
Hablan de una mano invisible que mueve de sitio los enseres de la casa, así como de grandes cantidades de piedra que caen sobre el tejado, pero que no rompen las tejas. También describen el vuelo del pote del caldo y la estrepia.
El interés en la historia nos llevó a contactar con el yerno del famoso trasgo de Aríns, que nos da su testimonio:
“Hace 58 años en la aldea de A Costa en la casa de la Sal empezaron a pasar cosas extrañas. Estos fenómenos solo los veían los de la casa. Hacían de comer y desaparecía la olla, otro día hacían la comida, se sentaban al lado de la artesa, se ponían a comer y se retorcía el tenedor. Cada día pasaba algo, los de la casa afirmaban que les tiraban piedras a su tejado, pero no lo veía nadie ajeno a la familia, ni los vecinos, ni la gente de Santiago, que se acercaba con miedo.
Mi suegra tenía una hermana que en una ocasión desapareció dos o tres días, la encontraron en la huerta en medio de los bojes, pero como no hablaba, la llevaron de vuelta a casa sin más.
Mi suegra cogía la niña en el regazo (la cónyuge actual de nuestro informante) y notaba que alguien se la arrebataba.
Siendo niño recuerdo que había cuatro novillas y cuatro bueyes. Los animales desaparecían del establo y al día siguiente volvían a aparecer. El estiércol también salía solo del establo. No había una explicación lógica para todo esto.
A mi suegro lo apodaron “o trasgo” (“el duende”), decía cosas y luego no podía probarlas, ya que los demás no veían nada extraño. Todo se arregló después de mucho rezar el rosario y de que el cura párroco bendijese la casa con agua bendita. La gente de la época decía “anda el diablo por la Costa”. Aún hoy en día la llaman, la de mis suegros,” a Casa do Demo” (“la casa del diablo”).