¿Por qué consumir producto local?

Si hace años solo podíamos consumir productos en función de la estación en la que estuviésemos, hoy en día, los supermercados y grandes superficies ofrecen todo tipo de productos frescos durante todo el año, pero, ¿a cambio de qué? Más costes de transporte e incremento de emisiones, embalajes, riesgo de importación de plagas, subida de precios… A continuación, puedes ver varias razones para consumir productos locales:

Beneficios para la salud: consumir producto local supone múltiples beneficios para nuestra salud y de la de nuestra familia, porque ganamos en cuanto a la calidad de lo que compramos, ya que la frescura de los alimentos está garantizada de modo natural, y no en cámaras de conservación durante días y días. Las propiedades organolépticas de los alimentos son mucho mejores que las de productos que nos vienen de muy lejos y fuera de temporada, que no pueden competir muchas veces en sabor, color u olor. Además, el producto local conserva mejor las propiedades nutricionales originales, madura de manera natural y no depende de conservantes artificiales como el género que llega desde mercados foráneos. Esto redunda en un consumo más saludable, sostenible y respetuoso con el medio ambiente. Algunos científicos relacionan la dieta atlántica con la mayor longevidad de nuestra población, en comparación con otros lugares de la Península.

Los grelos de A Peregrina, la miel, el pan de harina tradicional y semillas, son solo un ejemplo de súper alimentos autóctonos de cercanía que podemos encontrar en los mercados locales, lo cual nos permitirá cuidar nuestra salud y degustar productos de excelente calidad al mismo tiempo.

El comercio de proximidad, tal y como señala el Instituto Gallego de Consumo, es más respetuoso con el medio ambiente, reduce los desplazamientos en coche y la contaminación ambiental. Si compramos en el comercio local, podremos consumir más productos de temporada cuando su calidad sea óptima y a mejor precio, además de que estamos apoyando a los productores y comerciantes locales, lo que repercutirá en la mejora de la economía de nuestros pueblos o ciudades. Puede parecer un gesto pequeño, pero con nuestra compra también estamos contribuyendo la que las futuras generaciones disfruten de productos de alta calidad, y también a la conservación del paisaje y la riqueza natural de nuestro entorno. En los mercados locales podemos encontrar productos hortícolas, carnes en fresco con múltiples elaboraciones, pan, miel, cosméticos, conservas, y muchos más que iremos descubriendo, con el valor añadido que supone su calidad, la diferenciación, la excelente materia prima autóctona, y la dinamización de los sectores productivos locales en general.

Fijar población en el rural es un objetivo que no siempre es fácil de alcanzar, pero si las personas que optan por residir en nuestras aldeas tienen un medio de vida estable y en condiciones dignas, será más fácil que tomen esta salida laboral, por lo que poder encontrar mercado y vías de distribución estable para sus productos es fundamental. Si además tenemos en cuenta el desarrollo de nuevos canales de comercialización, por ejemplo, la venta on line, conseguimos que se amplíen los mercados, y por lo tanto, más consumidores puedan disfrutar de productos de proximidad sin que la distancia sea una barrera a la hora de comprar. Poder vivir y trabajar en el rural, contribuye a frenar la despoblación, que el rural no sea solo un lugar de vacaciones o descanso en momentos puntuales a lo largo del año. Que los habitantes de nuestras aldeas quieran quedarse a trabajar y a vivir en el rural, también depende de nosotros. Podemos ayudarles comprando productos de huerta, apícolas, cárnicos, vinícolas, cosméticos…, pero también visitando el entorno, aprovechando recursos turísticos locales, gastronomía, alojamientos, ferias, y múltiples posibilidades más que están muy cerca.

Conservación del medio rural y del patrimonio natural es lo que se consigue si somos capaces de fijar población en nuestras aldeas y villas, ya que las personas que viven en ellas, además de producir, conservan el medio ambiente en el que viven, cuidan los caminos, las superficies de cultivo y arbolado, y contribuyen la que se mantenga la riqueza natural, vegetal y la fauna autóctona. Además, con su trabajo diario frenan el avance de la maleza y el abandono de tierras, por lo que prestan un servicio fundamental para la conservación de nuestro patrimonio natural.

Reducir la huella de carbono, las emisiones derivadas del transporte, envasado y comercialización del producto final, son objetivos que se consiguen más fácilmente cuando consumimos productos de cercanías, ya que los puntos de venta están cerca, se reduce el tiempo entre la recogida y el consumo final, exige mucho menos embalaje, y por lo tanto, menos costes de conservación, transporte y distribución final. De esta manera, conseguimos que en nuestros mercados haya productos de alta calidad, con menor impacto en nuestro medio ambiente. De hecho, además de la alta demanda de productos ecológicos, la tendencia del mercado parece indicar que el consumidor está optando por esta vía que supone comprar teniendo en cuenta la reducción de la huella de carbono. De hecho, ya es una cuestión que se empieza a ver tanto en campañas de publicidad, como en el etiquetado de algunos productos. El consumo de cercanías, por lo tanto, parece una opción muy recomendable. En este sentido, investigadores de la USC afirman que la dieta atlántica genera una huella de carbono mínima.Recomiendan el consumo de productos de temporada y de proximidad, por lo que es, además de saludable, sostenible con el medio.

Conservación del patrimonio inmaterial: cuando saboreamos los primeros pimientos de la temporada, los tomates de la huerta, la tortilla con patatas nuevas, las setas en otoño, un queso del país con membrillo, el pan fresco, un buen cocido, una empanada, el pulpo á feira acompañado de buen vino, una carne asada, un bizcocho, una mermelada, …. entre otras muchas cosas, nos trasladamos a nuestra infancia, a esas ollas hirviendo los días de fiesta, a esas roscas de romería …, por no hablar del olor de las castañas asadas que perfuman las calles del Casco Viejo en invierno, o el humo que anuncia el churrasco y las sardinadas por San Juan, o esa queimada que ahuyenta los malos espíritus y purifica las almas al calor de las brasas…, que le vamos a hacer!… somos felices comiendo… En Galicia no hay celebración sin comida y sin bebida. La gastronomía y nuestra particular manera de alimentarnos, forman parte de nuestra identidad.

La calidad de los productos autóctonos es bien conocida por nosotros y por quien nos visita, dentro y fuera del país, y es algo que nos diferencia. Para mantener este potencial es necesario apoyar nuestro producto, bien comprando, bien visitando la hostelería local, conociendo el origen de lo que consumimos y a quién nos vende, pagando un precio justo sin apenas intermediarios. Es importante reconocer y valorar el esfuerzo de nuestros productores por acercarnos la máxima calidad. Si queremos mantener vivo el rural y disfrutar de buena comida, y transmitirles estos valores y estos sabores a nuestros descendientes, ¡compremos producto de proximidad!